OPINIÓN: LA VIDA SIGUE IGUAL
Hablar de mi equipo cada día es más complicado, ya no sólo con los aficionados rivales, si no ante los propios hinchas atléticos. Unos, porque, te vacilan, se ríen, te humillan y tú te defiendes como puedes, pero con argumentos cada vez menos creíbles, y más lejanos en el tiempo: Que si somos el tercer equipo de España en cuanto al palmarés, que si somos el tercero en masa social o que si nuestros pinchazos en PPV superan a los del Barça en Galicia, Castilla, Extremadura y Madrid.
En lo que se refiere a mis hermanos rojiblancos, unos se encuentran hastiados, hartos de ver a un equipo que se parece más al Logroñés, que al Atlético de Madrid, tristes al ver a una afición que no hace nada, no protesta, no pita, no saca el pañuelo y de camino a casa se va riendo, comentando las copas y las nenas que se ligaron el fin de semana, como si en vez de ir al fútbol fueran al cine. Luego tenemos al otro aficionado atlético, el iluso, el que todavía sueña con la “maravillosa UEFA”, y lo ve como la repanocha con cebolla y luego tenemos al crítico, al escalpelo de los jugadores y del técnico, nunca de los dirigentes, como ocurre en cualquier equipo del mundo, y eso que estos nefastos dirigentes llevan ya 20 años.
Por todo eso, a mi cada vez me cuesta más escribir en este blog, discutir de fútbol, hablar de fichajes, o incluso ser crítico con alguien. Soy optimista por naturaleza, pero soy tremendamente pesimista con nuestro club, la marca, como afirman Cerezo y Calam; no en cuanto a la clasificación para la Copa de la UEFA (todo lo que no sea Champions no es digno para este club), soy pesimista para el futuro, el futuro de las nuevas generaciones de Atléticos, el futuro de un club centenario que se encuentra sumido en una terrible crisis que nadie pone freno (si Dios es rojiblanco, que lo demuestre de una vez). El tema del cada vez más vendido Calderón, el previsible hastío de nuestro capitán, único valor personal de la institución, la permisividad de la prensa deportiva de este país, la dejadez y pasotismo de gran parte de la afición no me permiten ni siquiera vislumbrar un pequeño halo de esperanza. Ni la inestimable colaboración de diversas asociaciones, representadas por personas atléticas de carne y hueso disipa el humo del bosque.
Poco más puedo decir tras el enésimo pinchazo en el Calderón, la enésima temporada sin ver a mi Atleti, el de las grandes gestas, el de los títulos y las alegrías, el del orgullo y el del coraje y corazón.
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